“Soy una sirena feliz”: Adriana renació en el agua y encontró su motivo de vida
- LF

- hace 3 días
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· Enfrenta duranguense la depresión tras jubilarse y encuentra en la natación un refugio de bienestar físico y emocional.
· Aprende a nadar a los 60 años, recupera su energía y hoy celebra la vida cada mañana entre brazadas y acuaerobics con “Las Delfinas”.
· Construye la Alberca Olímpica 460 historias de superación, donde conviven atletas de élite con duranguenses decididos a salir adelante.

“Soy una sirena feliz”, así se describe Adriana Ascencio de la Hoya, una mujer que encontró en el agua su refugio y su renacer. Tras jubilarse, enfrentó una etapa difícil marcada por la depresión y la ansiedad, hasta que la natación le devolvió la alegría y las ganas de sonreír.
“Un día pasaba por la pista del parque, con mucha tristeza y sin ganas de nada. Me acerqué a preguntar por las clases en la Alberca Olímpica 460 y me gustaron. Desde entonces, llevo cuatro meses viniendo, y me ha ayudado muchísimo, tanto en lo emocional como en lo físico. Incluso he hecho nuevas amigas y amigos”, comparte con una sonrisa.
Adriana reconoce que la vida tiene altibajos, pero ahora sabe cómo mantener el equilibrio: “ya sé dónde aliviar mis malestares. Soy una sirena feliz, siempre agradecida y contenta”.
Cada mañana, de 9:00 a 10:00, asiste a las clases de acuaerobics con el grupo “Las Delfinas”. En solo cuatro meses ha ganado confianza, perdido 20 kilos y recuperado su energía. “Mis hijos me ven haciendo cosas que antes no podía”, dice orgullosa.
Vecina de la colonia Asentamientos Humanos, cuenta que durante años dependió de un tratamiento psiquiátrico, pero gracias a su mejoría, el médico ha reducido la dosis. También sufría dolores de rodilla, artrosis y problemas en los tendones. Hoy se siente más ágil: “ya me puedo agachar y mover con flexibilidad”.
Para ella, la alberca no solo es un lugar para ejercitarse, también es un espacio de sanación: “Aquí se encuentra una salud más grande que la que te puede dar un médico”.
Por eso invita a más personas a sumarse a las clases de natación o acuaerobics: “además de salud, haces amistades. No le tengan miedo al agua”, recomienda.
A sus 60 años, Adriana aprendió a nadar. “Nunca es tarde para empezar”, dice convencida. “A veces la gente se apaga y se pregunta: ‘¿qué hago en este mundo?’, pero siempre hay alternativas. La mía es el agua, mi motivo de vida”.
Recuerda que muchas de sus compañeras llegaron tristes, como ella. Hoy las ve sonrientes y animadas. “Están felices de convivir aquí entre nosotras”.
“Nadar es mi vida. Soy una sirena feliz que volvió a renacer. Aquí tengo a mi mejor médico: el agua”, afirma con brillo en los ojos.
Adriana no solo aprendió a nadar: volvió a vivir. Con cada zambullida deja atrás el miedo, el dolor y la soledad. Hoy, al ver su reflejo en el agua, se reconoce más fuerte, más libre y, sobre todo, más feliz.
Su historia demuestra que el renacer no tiene edad… solo decisión.




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